A veces no hay remedio porque da miedo dejar a la enfermedad. Así tendría que decirse -y ya no hablo de enfermedades ni de situaciones, sino de personas-. Personas bonitas que en el fondo, son por dentro una rosa llena de espinas.Y las sacan con tanta facilidad...
Hasta cuando te hacen daño con ellas, sigues pensando que la sangre sólo es un daño colateral, por tratar con una flor tan bonita...
El precio a pagar, esa es la frase con la que te mentalizas. Pero ya son tantos los pinchazos, que uno por uno no duele, pero has entrado en la espiral de pequeñas heridas infinitas, y sólo ahí te decides a cambiar las cosas. A aplicarle un remedio a la enfermedad, o sea, a coger algo con lo que cortar las espinas. Pero como te toque una flor rebelde, una flor cabezona y orgullosa... Al final no sabes cómo, pero te consigue clavar las tijeras a tí. Conservando todas sus espinas y acabando contigo.
Y al final sí que fue peor el remedio que la enfermedad.