domingo, 17 de diciembre de 2017

ahora

A veces el remedio es peor que la enfermedad. Eso se ha dicho siempre, para cualquier cosa. Creo que la frase está mal expresada. Muchas veces se quiere vivir en la enfermedad -y ya no hablo de enfermedades, sino de otras situaciones-, por miedo a catar el remedio.

A veces no hay remedio porque da miedo dejar a la enfermedad. Así tendría que decirse -y ya no hablo de enfermedades ni de situaciones, sino de personas-. Personas bonitas que en el fondo, son por dentro una rosa llena de espinas.Y las sacan con tanta facilidad...
Hasta cuando te hacen daño con ellas, sigues pensando que la sangre sólo es un daño colateral, por tratar con una flor tan bonita... 
El precio a pagar, esa es la frase con la que te mentalizas. Pero ya son tantos los pinchazos, que uno por uno no duele, pero has entrado en la espiral de pequeñas heridas infinitas, y sólo ahí te decides a cambiar las cosas. A aplicarle un remedio a la enfermedad, o sea, a coger algo con lo que cortar las espinas. Pero como te toque una flor rebelde, una flor cabezona y orgullosa... Al final no sabes cómo, pero te consigue clavar las tijeras a tí. Conservando todas sus espinas y acabando contigo. 

Y al final sí que fue peor el remedio que la enfermedad. 

lunes, 27 de noviembre de 2017

ferro pellis

Ya era hora de arrancarse la piel de acero
y moverse por latidos.
Que la sangre 
no es más que sangre
si el corazón late por inercia,
y no por amor. 

lunes, 30 de octubre de 2017

Tira, afloja. Levanta.

El tira y afloja del juego de niños, con su ardor en las manos por apretar con fuerza y ganas el cordón desgastado. Esa tensión en los nudillos y en la mente; ese "quién ganará". Y más que ganadores, quienes perderán. Cuánto será el daño al caer al suelo. Si se curará. Si alguien te ayudará a levantarte. Si te preguntarán cómo estás. Si tendrás ganas de revancha, con miedo a perder de nuevo. Con miedo a que esto, más que un juego, sea la rutina que te persigue. Tus ansias por ganar al maldito juego, algún día. O tus ganas de que deje de existir.

Pero tu enorme miedo a cambiar de juego...

miércoles, 5 de julio de 2017

Refranes y apariencias

Al final fue el viento -como en el refrán- quien se llevó esas palabras que parecían tan imperecederas como tus promesas. 
Desgajaste aquel verbo que tanto miedo causa,  en pasado, presente y futuro, del que apenas cumpliste el primer tiempo. Del segundo me encargué yo, como cabía esperar -y es justo confesar que todavía lo hago- y del tercero... Bueno, no cuesta nada suponer su paradero; cayó en el olvido y se desvaneció como briznas, en ese aire del refrán que se lleva todas las palabras que no se cumplen.

Brotaron rumores. Te encontrabas con uno por cada esquina que doblases en la calle. Y qué disparate. Cuánto daño podían causar palabras que en su momento te llenaron el cuerpo de vida. Pero qué me vas a contar de la facilidad con la que todo se tergiversa ahora, que una imagen vale más que nada. Incluso que mil palabras. Incluso que dos bocas susurrándose mil confesiones -algunas más valientes que otras- a punta de sentimientos. 
Saquémonos fotos sin querernos. Aparentemos. Seamos fanfarrones. Ya nos daremos cuenta de que el mundo no funciona. Así no. Pero ya será demasiado tarde para volver a ponerlo en órbita.

Y sabíamos cómo impedirlo. 

Dios, con lo fácil que era.


domingo, 11 de junio de 2017

Tenía los ojos más oscuros y turbios que había visto nunca, pero su mirada era tan sincera y tan vulnerable que me arrancaba ganas de llorar. De alegría, siempre. Era una fachada con un color distinto en su interior. Y eso era vida. 
O al menos, la que yo quería.

miércoles, 17 de mayo de 2017

reflexión de última hora

El tiempo no hacía otra cosa que correr su cuenta atrás, y muchos actúan mejor bajo presión. Tú no, y yo sólo lo supe en aquel momento. Al final sólo quedó lo necesario para acabar con nuestros límites, dos armas y una sola bala. Y ya conoces mi instinto de supervivencia.
Cualquiera se imagina lo que pasaría después. 
La autodestrucción se encargó del resto. 

domingo, 26 de marzo de 2017

una vez...

Perdona mi suspicacia; una vez liberé todos mis secretos más allá de mí y lo rompieron todo. 

Perdona si soy cortante como un filo, pero una vez fui yo el corte y otro el cuchillo. Sujetaron el mango y apretaron con toda la fuerza posible, como si mi pecho fuese de acero y dentro no hubiera nada.

jueves, 23 de febrero de 2017

por fin tienes el cuerpo en silencio

Tu cabeza descansa en mi clavícula
con los ojos cerrados
respirando –o suspirando- tranquilo.
Yo fumo hierba y la escupo tosiendo
te miro
y acaricio tu pelo enredado o enamorado,
-que viene a ser lo mismo-.
Y escribo con esa ternura que escuece
y te abraza la espalda
mientras respiro hondo del cansancio.
Me miro de arriba abajo en el espejo
estando todavía desnuda
justo debajo de tu respiración
erizándome la piel.
Te susurro –casi sin voz-
todo lo que se me ocurre hacerte
y me besas tan dulce
que pierdo la sensibilidad.
Tú callado
me aprietas fuerte –contrastando
tu corazón
con lo que quiera que quede del mío-.
Me enciendo otro cigarro, y el resto del planeta escucha
muy atento
todo lo que nos miramos
sin decirnos nada –porque no hace falta-.
Y por fin tienes el cuerpo en silencio
a mi lado, tranquilo, dilatado.                          

domingo, 29 de enero de 2017

Mentiríamos como cobardes si dijésemos que tú no te mueres por mi boca
o que yo no me muero por tus brazos.

           Pero qué me vas a contar

          de lo cobardes que somos...

jueves, 5 de enero de 2017

el extraño que llevamos dentro

Aún sigo esperando a que aparezcas por el otro lado de la calle, pero la temperatura baja y tengo que irme.
Cuento las líneas de las losas del suelo al que miro, e imagino que llegas a tiempo.
Recuerdo el puente al que solías acompañarme cuando no quedaba otra que despedirse
                                                                                                             porque ya era tarde
o porque quizá ya nos habíamos cansado de dar tumbos por la calle.

Ojalá volver a los trece años.
Cuando no había nada más audaz que engañar a mamá e irte a casa de esa amiga que nunca existió y pasar horas tontas en la calle con ese chico que te llamó la atención hacía sólo unos meses.
Ojalá volver a esos años.
Cuando creíamos saberlo todo y todavía nos faltaba media hostia.
Pero qué claro teníamos lo poco que sabíamos.
Igual que ahora, cuatro o cinco años después, ¿verdad?
                                                                          porque en realidad no.

Ahora le damos las riendas de nuestra vida a cualquiera menos a nosotros mismos, mientras nos miramos al espejo y vemos al extraño con el que no te dejaban hablar de pequeño, sin saber que años más tarde volverías a ser tú.


miércoles, 4 de enero de 2017

Conseguí el imposible que llevabas por bandera, ese en el que tu única armadura era la del miedo envuelto en seguridad -pero una seguridad muy limitada-,
Al final ganaba el miedo

He dejado de buscarte con la esperanza de que tú lo hicieras por los dos, y me he quedado sola

qué mal han bailado siempre los recuerdos

   Me he mirado al espejo y me he visto abierta en heridas por la cara. Llevo en los ojos el miedo a no ver nada, y ni siquiera los cierro, por verlo todo. Tengo la frente mojada de sudar la soledad por las noches, y mientras me cae el pelo con forma de greñas.
   Me curo las grietas de los labios -consumidos por quien me ataba las manos al pasado-, pero ese escozor tan hostil amenaza con quedarse para siempre. 

   Ahora llueve al otro lado de la ventana, y ni siquiera arrastra los recuerdos -quién sabe si buenos- que bailan por el cristal.Tan mal como una tortura con la misma banda sonora de todas las películas que se nos quedaban cortas en invierno -aunque sabíamos bien cómo cambiar el final-. 
Tan mal como siempre.

   Apoyo las manos sobre la pared, cierro los ojos, y me siento plena tempestad. Me agacho hasta el suelo, y acabo encerrada en mí misma en menos de un metro cuadrado.
   Los monstruos de las pesadillas me tiran del pelo -y no me opongo-.

Me han ganado   
                                      /otra vez.




en el fondo lo sabías

¿Sabes?
    Escribir en una biblioteca es precioso.
He vuelto a casa después de una buena dosis de autodestrucción entre papeles, y no hay nada como eso. Llegar a casa y que mi pijama sea la ropa que te dejaste. Oler a ti. Tumbarme en la cama. Envolverme con ese aroma tuyo que pulula por estas cuatro paredes -que se me vienen encima desde que lo único tuyo que existe es el recuerdo-. Y cerrar los ojos.
    ¿Y sabes? 
Todavía me acuerdo de tus lágrimas por mis dedos -frenado su suicidio por tu cara-. De tu boca succionándome hasta el alma.
                                                                 Y a ti, retorciéndote del orgasmo.
                                                                  En mi clavícula. 

martes, 3 de enero de 2017

HUBIERA

Hubiera sido más fácil echar llaves y cerrojos a una puerta que separa umbrales dañinos de los no tan dañinos. Ponerle un candado al pecho -como excusa por todo lo demás- y hacer oídos sordos a ese sonido de tu pecho tan cerca del mío. Hubiera sido menos apoteósico llamar desde casa bajo techo, y no correr bajo la lluvia hasta mi ventana. A gritar -aunque eso siempre viniera igual después de la llamada-. Dejar el orgullo al Sol secándose como las plantas y esperar a los reproches; a ver si brotan. 
Hubiera sido más simple cerrar los ojos o mirar a otro lado, pero al final el instinto retórico vence, y las pestañas de arriba y de abajo olvidan lo que es estar juntas. Pero suerte para ellas una vez que lo consiguen.
Abrir esas manos que sujetan puñales y evitar clavarlos -otra vez- sobre esa herida a la que nunca se le brindó la oportunidad de ser cicatriz.