Me he mirado al espejo y me he visto abierta en heridas por la cara. Llevo en los ojos el miedo a no ver nada, y ni siquiera los cierro, por verlo todo. Tengo la frente mojada de sudar la soledad por las noches, y mientras me cae el pelo con forma de greñas.
Me curo las grietas de los labios -consumidos por quien me ataba las manos al pasado-, pero ese escozor tan hostil amenaza con quedarse para siempre.
Ahora llueve al otro lado de la ventana, y ni siquiera arrastra los recuerdos -quién sabe si buenos- que bailan por el cristal.Tan mal como una tortura con la misma banda sonora de todas las películas que se nos quedaban cortas en invierno -aunque sabíamos bien cómo cambiar el final-.
Tan mal como siempre.
Apoyo las manos sobre la pared, cierro los ojos, y me siento plena tempestad. Me agacho hasta el suelo, y acabo encerrada en mí misma en menos de un metro cuadrado.
Los monstruos de las pesadillas me tiran del pelo -y no me opongo-.
Me han ganado
/otra vez.
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