esta casa no es lugar para fantasmas. En esta casa no habrá sombras de nadie que se cuele bajo ese arco de madera que decora la puerta de la entrada. Esta casa es tu casa. Es una casa surgida de tu esfuerzo, de tu vaivén emocional y de tantos tropiezos que vendrán acompañados de otros hasta el último de tus días. En esta casa no habrá objetos que te recuerden a ningún fracaso. Ni olores, ni canciones, ni el tono de una luz tenue que alumbraba el salón los sábados por la noche. Esta casa guardará los recuerdos del gato que la protege cuando te marchas. De tus mañanas desayunando en la encimera y tus tardes haciendo pilates en el balcón. Esta casa es de tu madre visitándote con una tortilla de patatas el viernes. Es de tu numerosa colección de libros dispuesta por orden en la estantería de roble que te compraste con tu primer sueldo. De tus compañeros de trabajo, que traen cerveza y te dicen lo bonito que es el cuadro del salón y lo feas que son las cortinas. Es de tus amigas, que entran y salen siempre que hay un vino por abrirse, un helado que acabarse, una noticia que celebrar y una caída que llorar en el sofá, todas juntas. Esta casa es tuya y solo tuya. En las escrituras y en los recuerdos. Para el papeleo y para las normas. Quien entre o quien salga es irrelevante. Porque tú eres quien se queda. Esta casa es tuya y de nadie más. Nunca quieras abandonarla, ni siquiera si un tornado entra y lo deja todo del revés. Así te dé angustia limpiar todo el desastre y pegar las piezas rotas. No vas a dejar esta casa. Ni la mayor concatenación de circunstancias ardúas te sacarán de aquí. En esta casa no habrá cabida para los malos recuerdos. Menos aún para los fantasmas. Nadie puede atribuirse en materia o en recuerdos algo que nunca fue suyo, solo tuyo.
Esta casa es sólo tuya. A esta casa viniste huyendo del dolor, no lo dejes entrar tú.
Ahora sí. Abandona el espejo, cuelga las llaves y cierra la puerta