sábado, 2 de abril de 2022

Viejos tiempos


Y que cierres los ojos
y no encuentres mi rostro;
que revivas nuestra calle
y no divises claro
lo que hubo ahí
pero tus huesos chasqueen incómodos.
 
Que leas mi nombre
en la placa de cualquier recepcionista
y luches por refrescarte
con mi olor
-que se alejó hace años,
  y nunca te encantó tanto otra fragancia-.
 
Que tu hirsuta cabellera
no distinga el calor
de ningunas manos nuevas,
desde que las mías te soltaron.
 
Que desintegres todas las camas
buscando mi risa
sabiendo que solo queda
el eco intangible
que te conduce al delirio.
 
Que desconsoladamente trates
de arrancarte el corazón de cuajo
para dejar de vagar en un recuerdo
que te ha dejado hueco y roto.
 
Y que me encuentres;
coloques mi rostro,
retumbe de nuevo mi risa vil en tus tímpanos,
revivas mi tacto en tus sienes,
halles mi estatura en esa plaza
y huelas otra vez
cada recoveco de mi alma.
 
Y que pienses en mí,
como si tu delirio y el mío
hubieran sido un espejo
todos estos años
y digas:
 
nunca un fantasma pudo estar más vivo.

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