por un segundo;
si dejases de apretar con todas tus fuerzas
y me soltases;
si no estuviese suspendida en el aire,
colgada de mi propio cuello
por tu ego;
si cayese al suelo por fin,
y tocase el mármol con mis manos,
aunque me hiciera daño
o me saliesen moratones del golpe,
sólo si me dejases sentir otro dolor distinto
al tuyo,
sólo por un segundo
-ese segundo
en el que aflojas tus manos
de mi asfixie,
dejas caer mi cuerpo
y sólo en ese lapso,
reaccionaras-
te juro,
que te daría tiempo a llorar
hasta en color negro
hasta en color negro
mientras te das cuenta
de que tu intento
en matar a mis monstruos,
te ha convertido en el peor de ellos.
Y ahora no te reconoces,
y nadie podrá devolverte a tu inocencia
porque todos te tienen miedo y,
yo,
que puedo ver en tu interior
la alegría de un niño sin malicia,
me estoy ahogando.
Y no vas a salvarme.