sábado, 6 de octubre de 2018
anexo
Una vez
me estampé de morros
contra el pecho del diablo
y me quedé
creyendo que su mal
sanaría todos los míos,
y a esa voracidad mía
de escribirte
con una rabia ficticia
que me invento
sólo para creerme más fuerte
cuando, en realidad
soy una sirena
que ya ha sacrificado su voz
por un beso en tierra firme.
Pero un día me dijiste
que tener mi cuerpo en tus manos
era lo más bonito
que te había pasado en la vida,
y desde eso,
mis planes de huida están en pausa,
igual que todos los versos
que escribía para olvidarte
-o hacerme creer que lo hacía-
porque aunque duela,
el reencuentro de nuestras pieles
me ha devuelto a la vida y,
ahora,
ocupa todos mis pensamientos
-que ya no quieren escribir-
y yo
mientras,
me refugio en las palabras;
esas
que sólo entienden
mi manera de quererte;
y las mismas
que nunca hacen justicia
a tu carcajada
de dientes impecables y...
Me inspiras
y me bloqueas o,
para que me entiendas;
me revuelves
el instinto suicida
mientras me devuelves
a la vida.
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