martes, 11 de septiembre de 2018

-al no saber o sabiendo-

Terciopelo
al besar la carnosidad de tus labios;
mullidos
cálidos
abrasivos para mi pecho;
ácido corrosivo
que quema los pánicos del pasado;
y los de ahora,
mañana
y siempre. 

El escozor
de rozar una herida
en carne viva;
doloroso primero,
curativo al final. 
Como si el veneno inundase
una garganta irritada 
por ahogarse de llorar
teniendo atadas las manos -y el alma
y cada resquicio
de tu cuerpo- al pasado. 

Benditos fantasmas 
que te zarandean
mientras amas
con esa intensidad
que solo te hunde el pecho
una vez en la vida.

Maldita ostia contra el olvido
cuando se va
esa estrella fugaz 
con sabor a hogar; 
  […]     
golpes de soledad
-o impotencia o abandono- 
al no saber 
o sabiendo, 
que hay trenes que pasan una vez
y que tú, 
ya pasaste a trescientos
descarrilando todos tus vagones
sobre mi cuerpo.
Inmóvil y derrotado.

Creyéndome muerta
hasta abrir los ojos
y repetir el mismo patrón;

ese
sin otro sustento
que no sea el instinto natural,
de volver siempre
a cubrir mis recuerdos
con el olor de tu barba;
densa y mía.