Seguro
que todavía te acuerdas
de cómo llovía
y te despertabas,
de madrugada,
para ir a dormir
a la ventana,
cerca de la lluvia.
Sin dejarla tocarte,
como hacías
con todo.
Hasta conmigo.
Y ya por la mañana.
Cara y pelo radiantes.
Cualquiera diría
que pasabas las noches
en el paraíso.
Y qué paraíso.
Todavía me acuerdo.
[…]
Han pasado
algunas otras lluvias
quizá más sucias
y con más olor
a soledad;
y es que ahora
ya no hay lluvias
que por muchas gotas
que hagan bailar
que hagan bailar
en el cristal,
puedan tapar el reflejo
de tu sonrisa.
Ni un fantasma
se distingue tan bien
cuando se presencia,
como la inquietud
-de mi cabeza-
de creerte
en todas las esquinas
sin que nadie
-sólo yo sin la poca cordura que abarcaba-
te vea.
En resumen,
todos estos versos
para decirte que
/ te veo
en todos lados
y no estás
en ninguno. /