Tu
cabeza descansa en mi clavícula
con
los ojos cerrados
respirando
–o suspirando- tranquilo.
Yo
fumo hierba y la escupo tosiendo
te
miro
y
acaricio tu pelo enredado o enamorado,
-que
viene a ser lo mismo-.
Y
escribo con esa ternura que escuece
y
te abraza la espalda
mientras
respiro hondo del cansancio.
Me
miro de arriba abajo en el espejo
estando
todavía desnuda
justo
debajo de tu respiración
erizándome
la piel.
Te
susurro –casi sin voz-
todo
lo que se me ocurre hacerte
y
me besas tan dulce
que
pierdo la sensibilidad.
Tú
callado
me
aprietas fuerte –contrastando
tu
corazón
con
lo que quiera que quede del mío-.
Me
enciendo otro cigarro, y el resto del planeta escucha
muy
atento
todo
lo que nos miramos
sin
decirnos nada –porque no hace falta-.
Y
por fin tienes el cuerpo en silencio
a
mi lado, tranquilo, dilatado.